Parece ser que empieza a perderse el estigma asociado a enfermedades mentales tan comunes como la depresión y la ansiedad. Ahora mismo abundan las publicaciones con consejos sobre cómo tratar con este tipo de pacientes, y sé bien de lo que hablo porque soy redactora en el nicho de los temas de salud, entre otros.
Existe un problema y es que no se puede resumir en 500 palabras algo tan complejo. Por ello me he animado a publicar aquí mi propia guía, que no debe ser seguida al pie de la letra. Se basa mi experiencia como paciente y como persona con gente cercana que ha sufrido o sufre estas patologías, a veces crónicas pero las más transitorias o, al menos, controlables.
Uno de mis mantras es “ante todo, no hagas daño“. Yo suelo expresarlo diciendo lo primero es no cagarla o funciona mejor si lo enchufas. Esta última frase la aprendí estando en la universidad; lo contábamos como un chiste, pero termino siendo anécdota.
Vamos a ver hoy cómo deberías comportarte si tienes cerca a una persona que sufre alguna de las diversas formas de manifestarse que tiene la ansiedad, para ayudarla si es posible y, en otro caso, para no hacerla sentirse peor.
El primer error que se comete desde mi experiencia en este tipo de publicaciones es abordar la ansiedad o la depresión como una única enfermedad. Eso es un desatino tan grande como hablar de un único tipo de cáncer. En el caso de la ansiedad, las diferentes formas en las que se manifiesta llevan a los psicólogos y psiquiatras a hablar, por así decirlo, de grupos de enfermedades.
La ansiedad generalizada o TAG, las crisis de ansiedad, angustia y pánico, el estrés postraumático, diversas fobias y algunos casos de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) no son más que manifestaciones o enfermedades causadas por un problema de ansiedad.
Es necesario aclarar que la ansiedad en sí no es mala, es un mecanismo que nos permite salvar la vida en situaciones de peligro. La enfermedad aparece cuando ese mecanismo se descontrola y estamos continuamente alerta o sufrimos unas crisis incapacitantes. Yo hoy no voy a hablar de cómo tratar con una persona estresada dentro de unos niveles no patológicos, porque esa gente tiene más recursos y más capacidad de respuesta.
¿Y quién eres tú para atreverte a hablar de enfermedades tan serias? Además de un mapache viejo (por el dicho de ser perro viejo), en la vida real soy alguien a quien la gente le cuenta a sus traumas. Pienso que eso se debe a que no suelo juzgar y tampoco tiendo a asustarme por estas cosas. También a que he visto casos cercanos desde la infancia.
Abandono este apartado recalcando la importancia de no pensar en la ansiedad como una enfermedad que se manifiesta igual en todas las personas. De hecho, puedes sufrir ansiedad en diferentes etapas de tu vida tener sintomatologías muy distintas.
Si alguien te confiesa en confianza que padece ansiedad o tiene alguno de los otros nombres recogidos más arriba, como estrés postraumático o TAG, piensa que es muy extraño que te esté mintiendo aunque su apariencia pueda ser la de una persona completamente serena.
Lo de la gente que finge enfermedades para aprovecharse de los demás ya sería un caso aparte que no tiene que ver ni con la depresión ni con la ansiedad. Ante la duda, asume que lo que te cuentan es real y que posiblemente hay muchísimo más detrás que no te dicen porque hay gente a quien todavía le da vergüenza hablar del tema. También hay gente que directamente la caga, a propósito o no.
En primer lugar, muchos adultos agradecemos que no nos traten como a niños o como a idiotas. Salvo en momentos crisis intensas, y solo en el caso de algunos pacientes, comprendemos perfectamente lo que se nos dice. Te repetiré este punto hasta el cansancio, por si eres olvidadizo.
Si adoptas un tono muy paternalista o infantil, a la persona ha confiado en ti puedes causarle mayor malestar o no, lo que no va a suceder es que le hagas sentirse mejor.
Una vez aclarado el primer punto, aquí hay quienes aconsejan preguntarle a la persona qué siente. No me parece mal de entrada, aunque debes comprender que igual no tiene ganas de contarte su sintomatología. Por eso yo pregunto cómo puedo evitar hacerte sentir peor.
Las respuestas pueden ser de lo más variadas:
Como verás, cada persona es un mundo.
Por si fuera poco, no es raro cuando se sufre un problema de ansiedad que venga acompañado de su prima hermana la depresión, otro problema psíquico, emocional o del mismo entorno. Jamás des por sentado que una persona con ansiedad sufre de ansiedad y punto. La ansiedad no es una vacuna frente a otras enfermedades físicas o mentales, de hecho cuando uno sufre ansiedad es frecuente que somatice.
Somatizar es, dicho de manera sencilla, tener manifestaciones físicas y reales debidas al estrés, la depresión, un duelo, etcétera. Por ejemplo, una persona puede tener el estómago muy inflamado y deberse a un problema emocional. Sin embargo, aunque de origen emocional, la exploración física por parte de un médico indicará que existe gastritis.
Dicho de manera comprensible por todos, esa sintomatología física que experimenta la gente que sufre de ansiedad no es una invención ni está solo en su mente. Lo que si puede ser una mala jugada de la mente es la sensación de que uno se va a morir cuando tiene sus primeras crisis de ansiedad. Pero, debes creerme, casi todos pensamos lo mismo. Yo recuerdo que durante mi primera crisis me decía a mí misma: “vaya forma más imbécil de morir“.
Si alguien que se encuentra tu lado o con quién vives empieza a tener algún síntoma de los físicos relacionados con ansiedad lo mejor es que intentes ayudarle a desviar su atención o, si ya es veterano, le preguntes cómo proceder.
En el caso de que esa persona no se encuentre en tratamiento con un psicólogo o un psiquiatra y lo que le pasa te haya sucedido varias veces, anímale pedir ayuda.
Existen varias formas de abordar el problema y, si bien no siempre se acierta la primera, los resultados suelen ser buenos o muy buenos. Es bastante inútil estar sufriendo por algo que no se puede resolver por sí solo, en especial cuando se ha repetido varias veces en poco tiempo.
Aquí hago un inciso para hablar de la ansiedad leve y del estrés. En estos casos, al igual que en los cuadros más severos de ansiedad, todo lo que sea deporte, hobbies y entornos de confianza, donde uno no se vea forzado a fingir estar bien cuando está hecho polvo por dentro, son de gran ayuda.
Otras cosas qué pueden ser de ayuda ante una crisis de ansiedad en cualquiera de sus variantes son las siguientes:
Por favor, para controlar la respiración en esas situaciones no podemos estar hablando porque es necesario expulsar el aire muy despacio cuando el cuerpo te está pidiendo hacer todo lo contrario.
Si la persona no sabe cómo es la respiración abdominal, un momento de crisis no es el mejor para explicárselo, aunque se puede intentar. Toma ir hasta que no puedas más de manera que se te hinche la barriga y proceda expulsarlo como si estuviese respirando nada más que por una pajita. Esto te va a llevar varios segundos. Repite el proceso de llenado dirigiendo la idea la parte inferior de los pulmones y vaciando como si respiras esto una pajita.
Con este ejercicio a veces hasta se controla un poco la taquicardia.
Por último, en caso de presenciar cómo alguien tiene un ataque de ansiedad y hay gente que lo ridiculiza o le resta importancia, “son imaginaciones suyas”, ponte del lado del enfermo porque en esos momentos no es capaz de defenderse como haría estando bien o medio regular a secas.
Aquí podría elaborar una larga lista pero te remito al apartado anterior. Si se me permite expresarme con libertad, simplemente no seas una persona mezquina o cruel. Y ya si puedes ayudar un poco, mejor que mejor.
No te culpes si no logras ayudar porque ni todos podemos ni es siempre posible. Imagina una especie de dragón temible con varias cabezas (si eres friki el símil te va a gustar). Tal vez con tu espada y con la mejor de las intenciones atacas a una de las cabezas cuando la que está causando los destrozos en la aldea donde vives es otra que no ves.
Tampoco critiques su tratamiento, en especial si da resultados. No importa si te parece que se está intoxicando (salvo que lo esté haciendo de verdad) o si tira para adelante con un placebo: tú no eres quien lo sufre y calladito está uno más guapo. “A mí ese tratamiento no me funcionó, a ti tampoco te va a servir” es algo que te guardas para ti, ¿ok?
Dice un proverbio árabe que si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no hables. En estos casos, si lo que vas a decir no es para intentar mermar el sufrimiento de la otra persona, trágatelo, pues ya bastante tiene con lo suyo como para cargar también con demonios ajenos.
¿Ayuda asegurar que todo va a ir bien? De nuevo, depende de la persona y del diagnóstico. Mientras no vomites arcoiris, no creo que sea algo lesivo, aunque a quien tiene un diagnóstico crónico esas mierd*s le sientan como una patada en los dientes.
Lo que he visto que parece funcionar bien es no dramatizar, así pues, está en tu mano. ¿Y si la otra persona dramatiza? Dudo que sean una drama queen, lo más probable solo se esté desahogando para coger un poco de fuerzas y te ha tocado escucharlo desde le principio. Permítele expresarse e intenta no poner caras raras (porfa, porfa, porfa).
Cuando una terapia no funciona transcurrido un tiempo razonable, que suele ser de meses, puedes sugerirle que solicite un cambio de terapia o de terapeuta. Pero si el paciente avanza, aunque te parezca que lo hace lentamente, chitón. Y si es un paciente crónico que consigue ser funcional con su tratamiento crónico, tampoco critiques ni siembres dudas. Recuerda cómo a veces a la ansiedad la acompañan otros demonios que tal vez no ves.
Ahora voy a recoger una serie de ideas que no estás obligado adoptar porque implican mucho compromiso. Son cosas que pueden ayudar, en especial si proceden del entorno más cercano. A veces el entorno da la espalda y hay que seguir luchando. Por si eres paciente y lees esto, si no tienes el apoyo más elemental, “que les den”.
Disculpa si no entras en ninguno de los supuestos anteriores y te ha sorprendido mi brusquedad. Por desgracia recojo puntos de casos reales y, por si acaso alguna de esa gente aterriza aquí, se me apetecía decirle cuatro cosas. Como decíamos cuando éramos niños: “por mí y por todos mis compañeros”.
La ansiedad aparece a veces en un ambiente ansiogénico y otras no. Ejemplos de ambientes ansiogénicos: vivir en una guerra, estar tu vida en peligro real por tu trabajo o por enfermedad, correr riesgo de desahucio o de perder un empleo que necesitas sí o sí, o que esto mismo le pase a un alguien que te importa mucho.
Siempre es real, sin importar si el paciente vive más o menos expuesto, salvo en el caso de cuatro farsantes sinvergüenzas. Pero tú conoces a ese ser querido, ¿sería capaz de manipularte así?
Las somatizaciones pueden requerir tratamiento farmacológico. Tu afirmación “son nervios” no nos soluciona nada porque, sorpresa, ya lo sabíamos en la mayoría de los casos.
A mí me da lo mismo sufrir, digamos, gastritis por nervios o por otra cosa, si ambas duelen igual. Es más, si es por nervios sé que necesito rebajar los niveles de ansiedad y eso no siempre es fácil, mientras que una infección bacteriana se cura en unos días con tratamiento y un empacho por zampar se resuelve solo mucho antes.
La cura o el control de la ansiedad es un camino largo que no va en línea recta jamás. Por favor, no pienses que por estar una semana mejor no se puede ir para atrás y ni se te ocurra echárselo en cara al paciente. No empeoramos a propósito. No nos gusta sentirnos así y no una cuestión de actitud. Si pudiésemos elegir, no tendríamos ansiedad.
No todos los profesionales de la salud mental están capacitados para tratar ciertos casos de ansiedad y hay veces en las que se requiere un abordaje conjunto coordinado (psicólogo especializado en cierta terapia y psiquiatra, mano a mano).
También hay quienes se hacen llamar profesionales y no ayudan por interés económico. Desconfiad de quien intente aparecer como un salvador y atención a los que intentar crear en el paciente una dependencia emocional (experiencia mapache). Sí, puede suceder que se elija a un terapeuta y resulte necesitar terapia más que el propio paciente, aunque eso se ve pronto. No todo es malo, dentro de este grupo de terapeutas con enfermedades mentales, los que lo reconocen suelen ser majos y empáticos.
Parece meme pero es anécdota.
No pasa nada por cambiar de terapeuta si no hay mejoría en un plazo razonable y ten en cuenta siempre que quien se cura es el enfermo, aunque haya necesitado ayuda. De igual modo que es quien lucha cada día y quien más sufre con este demonio de mil caras.
La ansiedad no te vuelve tonto aunque a veces lo parezca. No nos trates como si no nos enterásemos de la fiesta. Hay quien agradece que le comentes el aprecio hacia sus esfuerzos o sus avances y a quien le da igual, la norma es que te dirijas a nosotros como a personas normales que somos, si puede ser como a quien éramos antes de enfermar, mejor que mejor.
Tú puedes influir en la evolución del paciente en muchos casos, para bien o para mal: ante todo, no hagas daño. Y si lo haces, prepárate, porque nadie está libre y encima somos legión. No es cuestión de karma malentendido, sino pura estadística. Todos llevamos boletos para esta lotería, unos más y otras menos pero ya se sabe, a veces le toca a quien solo jugó un número.
Termino esta entrada con el consejo de que si no te he podido orientar, no te rindas. Sigue buscando cómo ayudar a quien te importa y sufre ansiedad, teniendo mucho cuidado con los libros de autoayuda. Es mejor leer textos académicos, aunque se hagan un poco densos. También puedes preguntar a gente que se maneje mejor que tú con la jerga, conozca a esa persona que sufre ansiedad y pedirle una lista más breve, adaptada a vosotros dos.
Venga, vamos a dejar K.O. a ese p*to demonio/bicharraco/parásito a quien no hemos invitado a nuestras vidas. Si ya lo has hecho antes, sabes que es posible y si es tu primera vez recuerda que esto es mucho más normal de lo que se cuenta y somos muchos quienes te comprendemos. Tienes nuestra experiencia a tu disposición, junto con la ayuda de personas que se han pasado un montón de años estudiando para curar a gente igual que tú, y se les suele dar bien.
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