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Superdotados: los neurodivergentes olvidados

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Se estima que un 10

Depende de su entorno. Los niños y adolescentes superdotados pueden sufrir mucho, y tienen tendencia a desarrollar de diferentes problemas emocionales si no encuentran comprensión.

Siempre brillantes, excepcionales por ellos mismos y con bastante sensibilidad, son los cisnes olvidados, o como dice una estudiosa del tema, Jeanne Siaud-Facchin, las cebras. Yo prefiero llamarles cisnes, porque el hecho de que haya patitos feos no debería ser excusa para no prestarles atención y, dicho sea de paso, aprovechar su potencial para la sociedad.

¿Qué es un superdotado? ¿Y un genio?


Cuando yo era niña, los superdotados se detectaban con pruebas de cociente intelectual, adaptado a su edad biológica. En los adultos, creo que el valor de CI que marca el límite estaba en 130. Cuando mi abuela era niña, jamás escucharon hablar sobre superdotación.

Además, en aquellos tiempos, existía un CI a partir del cual se hablaba de genios. No recuerdo el valor exacto si era 140, 145 o 150.

En los años 90. comenzó a aplicarse otro criterio y se introdujo el término de altas capacidades. Con él se incluye a las personas, adultas o no, que son excepcionales en muchas cosas, pero también presentan algún tipo de inteligencia normal o que flaquea. Y se empezó a aceptar que el genio es quien sobresale en un área muy por encima de los superdotados promedio.

¿Por qué te importan tanto los superdotados? Admiración y muy hermosos recuerdos


En primer lugar, porque nací en una familia con varios casos. Incluso con 2 genios, y una era mi abuela. Detectaba antes que yo misma, esa renacuaja de 3, 4, 5 o 6 años, muchas de mis inquietudes intelectuales, poco adaptadas a mi edad biológica. Me enseñaba cosas muy interesantes, que se quedaron grabadas a fuego en mi mente, y ponía a mi disposición libros y recursos para que, aunque fuera de modo autodidacta, pudiera satisfacer mi curiosidad científica ya presente a los 2 o 3 años.

Y lo hacía conmigo y con algunos sobrinos porque ella y algunos de sus hermanos se sentían de manera parecida a esas edades: incomprendidos por nuestros padres y, en algunos aspectos, por los amigos o los compañeros de colegio. En mi caso, solo en la parte científica, en otros casos, casi en todos los aspectos de la vida.

Mi abuela me enseño a coser botones antes de cumplir los 4 años. Con agujas normales, para que no me aburriera. Una temeridad, dirían hoy en día. Pero yo no me pinchaba, porque lo hacía como ella me enseñó, como ella aprendió a la misma edad, de nuevo gracias a alguna hermana que intentaba aliviar su aburrimiento.

Con 5 o 6 años, hasta de tener botones cosidos a conciencia en los trapos (no se acordaba hasta que iba a secar los platos y debía ir a por unas tijeras), apareció una mañana con todo lo necesario y más para hacer punto de cruz: un retal enorme de tela de Vichy roja, pues era mi color favorito, varios carretes de hilos de dalia (los mejores para bordar), un libro de esquemas para niños, agujas, tijeras ¡y un costurero a juego, forrado con tela de cuadros también roja y blanca!

Me llamó para que me sentara con ella en el sofá, y me enseño en un rato a bordar punto de cruz. Como ella, sin usar dedal (consecuencia de haber aprendido cuando no hay dedales de tu talla), y con movimientos lentos para que no hubiera accidentes.

No me pidió que no bordara botones en los trapos, sabía que no iba a volver a interesarme, si tenía algo parecido un poco más complejo. Pero esperó a que alcanzara la edad cuando, más o menos, aprendió ella. Me sigue gustando en punto de cruz, aunque ahora aprovecho los kits enormes.

Con 6 o 7 años, un día exclamé “¡que me destornillo!”. Sin alarmarse, me preguntó qué había dicho, y al repetirlo me dijo: “se dice desternillo, pero vamos a comprobarlo”. Sin alterarse, alcanzó el diccionario grande que había en las casas donde no estaba la típica enciclopedia, y allí estaba: ternilla, definición y un ejemplo. Yo me sorprendí porque había leido la palabra como yo la decía y estaba segura.

Con una leve sonrisa, se dirigió a mí y dijo “las ternillas están aquí”, mientras señalaba la zona del cráneo correcta.

Yo era una niña espabilada y no necesité más explicación. Mi abuela sabía bien cómo se escribía, pero quiso mostrarme como usar un diccionario de esos enormes. Y, desde entonces, cuando no sé qué significa una palabra, o cómo se escribe, siento el impulso de consultarlo. En el colegio, instituto y universidad, la apuntaba en un margen. Ahora, consulto online.

Mi abuela falleció cuando yo era adolescente. Un par de años antes, ella ya apenas estaba presente por una enfermedad neurodegenerativa. Apenas hablaba y, sin embargo, su cerebro corservaba algunas áreas del cerebro muy por encima de la media. ¡Cómo me hubiera gustado haberla podido ver y escuchar en sus años universitarios!

Aquí hago un inciso. Una persona logró estimular la destreza manual y crear hábitos saludable para el cerebro en algunos niños pequeños (en mí en algunos sobrinos suyos), sin ordenar ni reprender, solo con observación y ejemplo. ¿Acaso eso no es extraordinario? ¿La gente así no colabora en el crecimiento de la sociedad?

Por otro lado, siempre me he sentido fascinada por las personas muy inteligentes o muy cultas, en este orden. No puedo saber si tuvo que ver el trato desde siempre con gente brillante, gente promedio y gente necia, aunque pienso que no. Porque, por lo menos en mi familia, los más brillantes siempre fueron los más humildes. Solo en momentos concretos, de necesidad, se les escapaba ese brillo. ¡¡¡ Mantenían un perfil muy bajo y no les faltaban motivos !!!


Por mi aprecio por la gente muy inteligente y/o muy talentosa, a mí me gustaban los nerds. Como lograba sus mismas notas, a base de perseverancia, para intentar estudiar lo que era mi vocación desde la tierna infancia, formaba parte de su círculo. Jamás oculte que lo mío era insistencia, y jamás sentí rechazo por lo mucho que me cuesta memorizar todo aquello que no me interesa intelectualmente.

Algunos problemas que suelen afectar a niños superdotados no comprendidos


Al llegar a la universidad, aunque no pude estudiar lo que era y será mi pasión por causas ajenas y mi voluntad y a mi expediente, me sentía genial porque había elegido una carrera con muy alta nota de corte. Entonces, por pura estadística, allí había muchos nerds o, mejor dicho, ser frikillo en cosas de Ciencia era lo normal.

Y conocí a mucha más gente brillante, incluyendo a genios. Y pude observar cómo la mayoría se desvivían por mantener ese perfil bajo. Vi lo que sucedía si no tenían cuidado: rechazo, envidia o mofa. ¿Mofa por qué? “¿Acaso a vosotros son os gustaría comprender al instante todo lo que explican en las clases?”, pregunté en una ocasión, momentos antes de un silencio sepulcral.

También me percaté de otro problema al que se enfrentan los superdotados y los genios cuando no ocultan su brillo: a muchos que les admiramos, nos intimidan. “Solo voy a hablar lo estrictamente necesario, porque segura que le aburro”, pensaba yo. El sentimiento era compartido por otros compañeros de los que no envidiábamos, sino que admirábamos.

Cuando un niño superdotado ha experimentado el rechazo desde la tierna infancia, de sus compañeros y, no pocas veces, de su propia familia, suele hacer tímido o retraído. Inseguros, tienden a culparse de no ser suficiente: suficientemente sociables, simpáticos, amables… El problema no lo tenéis vosotros, bellos cisnes con luz especial, os lo aseguro.

En cambio, los superdotados que yo he conocido y tuvieron la suerte de tener padres como ellos y fueron comprendidos y alentados desde la más tierna infancia, lograron un desarrollo social aceptable o muy bueno, y no sentían esa angustia. Saben que tienen que mantener un perfil discreto con los desconocidos, aunque lo hacen más para no intimidar que para evitar el rechazo.

Desafortunadamente, estos últimos casos son menos frecuentes que el del superdotado que es caso aislado en la familia o, como mucho, comparte características con un hermano. Cuando hay otros hermanos que no brillan tanto, la mala relación suele estar servida, porque los propios padres y profesores no saben cómo tratar de manera sana a unos y a otros.

Por si fuera poco, muchos niños superdotados saben que son diferentes, por eso buscan la compañía de niños mayores, con una edad intelectual similar. A veces son aceptados y otras no. Aquí influyen factores tan aleatorios como la estatura o el grado de desarrollo físico para la edad.

No puedo dejar de mencionar la que, tal vez, sea la mayor crueldad: como eres un niño o un adolescente superdotado, debes hacerlo TODO bien, y tus logros no han supuesto esfuerzo. Tú no sabes lo que esforzarse por algo, o superarse, porque eres un privilegiado. ¿Seguro?

Los niños superdotados siempre se preguntan por qué. Ese interrrongate les acompañará durante toda su vida.

Muchos niños con superdotación presentan fracaso escolar. El aburrimiento ante tareas repetitivas, un sistema educativo que no les permite explorar o ser ellos mismos o la angustia del rechazo que experimentan si se muestran tras cual son, pueden formar una combinación perniciosa.

Si respondes de forma completa y bien argumenta a sus por qués, les alegras el día y los ayudas a sentirse mejor.

Sumadle que, cuando el pequeño no tiene notas excepcionales, corre el riesgo de tener un sinfín de diagnósticos erróneos, desde otras neurodivergencias hasta enfermedaes psiquiátricas, con su correspondiente medicación y efectos secundarios.

Un mensaje para las cebras


Soy consciente de que no soy una persona representativa del pensar colectivo, aunque también me consta que no soy un caso aislado: los superdotados y toda la gente con un talento muy desarrollados sois geniales y nos inspiráis a muchos. No sentimos la necesidad de llegar a vuestro nivel, disfrutamos con vuestras conversaciones profundas, o cuando nos explicaís algo muy complicado de manera que podamos seguiros el hilo de la conversación y seamos capaces de compartir vuestro entusiasmo.

Es verdad que no siempre vais a ser bien recibidos, pero vosotros, mejor que nadie, podéis aprender a distingur dónde sí y dónde no. Cuando no hemos tratado con confianza a alguien como vosotros, a veces mantenemos la distancia por miedo a ser nosotros los aburridos, los simplones. Y os agradecemos de corazón el esfuerzo, mayor o menor según cada caso particular, que hacéis para que logremos compartir vuestras inquietudes, a nuestro nivel.

Uno de mis profesores era un genio y…


Recuerdo a dos profesores extraordinarios de la facultad. Sobre uno de ellos, se decía que solo se matriculaba un alumno así cada 5 años de media. Su capacidad para explicar conceptos difíciles de comprender era tan admirable como su intelecto.

En ocasiones, se emocionaba porque era evidente su pasión por la carrera que eligió cursar, y la mayoría de los alumnos nos quedábamos aguardando la repesca. Dicho de otro modo, esperábamos a que él notara que un 70-80

El pobre hombre nos preguntaba si iba muy rápido, dónde nos habíamos perdido, y repetía al ritmo habitual en sus clases, dejando la pasión por la materia a un lado. Cuando esto sucedía y notaba que no le seguíamos el ritmo, ¡nuestro profesor se sentía avergonzado! Me daban ganas ir un día su despacho a decirle que quienes no llegábamos éramos los alumnos, no él.

En otra ocasión era el encargado de una práctica de laboratorio, basada en una asignatura cuyo examen había sido un par de semanas antes. Nuestro grupo era de 3 alumnos y ninguno se había presentado al examen porque no comprendíamos ni la materia ni al profesor de aquella asignatura.

Entre avergonzados y temerosos por qué se podía hacer, se lo comentamos a este profesor excepcional. Se quedó mirando a lo lejos un par de segundos y exclamó, animado, que no pasaba nada, que íbamos a hacer un resumen. Y en 15 minutos de exposición suya los 3 comprendimos la asignatura cuatrimestral que habíamos dejado por imposible. Eso es talento para la enseñanza y lo demás tonterías.


Soy PAS, muchos sabéis de qué va eso, y os podéis hacer una idea de cómo me entristecía contribuir, involuntariamente, a esa vergüenza mal enfocada de nuestro profesor al impartir su materia y emocionarse. Como siempre digo, las neurodivergencias no restan funcionalidad, una vez sabes que formas parte de un grupo y comprendes en que eres diferente. Por eso, al final, nunca fui al despacho a soltarle lo que mi forma de sentir la vida me hacia pensar que alguien debía decirle claro a esa joya de profesor.

No es justo que una persona deba apagar su brillo o su talento para no incomodar a otras. Mucho menos que lo haga por miedo a represalias. Lo sé, la vida no es justa.

Pese a ello, os animo a mostraros como sois en entornos amigables y, cuando tengáis la confianza suficiente, ante la sociedad. Porque nos inspiráis a muchos de manera sana. Y porque estoy convencida de que tenéis mucho que aportar, no solo a nivel intelectual, también a nivel humano.


Pienso que hay que romper estereotipos: el superdotado no necesita esforzarse en nada, o es un privilegiado y no se le permite fallar o ser malo en algo. Hablando de esteretipos, tampoco estaría mal romper esa imagen que insinúa que sois poco afectivos (si es que no aciertan una).

¿Y si mi hijo es una cebra?

un pequeño mapache Enfrascado en la lectura y el estudio por mera curiosidad. NO ESTÁ fumando, está realizando un experimento sobre la combustión y las corrientes de convección de los gases que genera (la IA no fue capaz de pasarme imágenes de un mapache chiquitín en estas circuntancias sin humo o tabaco…).


Pide consejo a pedagogos y , si procede, a psicólogos especialistas en personas con un CI muy elevado. Insiste en el colegio para intentar que ofrezcan opciones con las que tu hijo no se aburra como una ostra y pueda desarrollarse conforme a su propio ritmo, pero no re frustres si el colegio os ignora. Por lo menos, en el hogar y en la familia, podéis satisfacer sus requerimientos intelectuales.

No te opongas a que tenga amigos de más edad. Controla, como es lógico, que no sean una mala influencia. Una vez sepas que son una compañía psicológicamente sana o normal, no veas a tu hijo con un rarito en sentido peyorativo.

Yo conocí a un chaval que, con 11 años, tuvo que juntarse con gente de 17 para poder sentirse libre de ser quién era, puestos que sus compañeros de colegio no le comprendían. Con esos adolescentes, que eran sanos y aceptaron la diferencia de edad, el crío pudo desarrollar sus habilidades sociales y, en pocos años, sabía comunicarse y socializar con gente de cualquier edad.

Lo que a la gente promedio de lleva X tiempo, las cebras o los hermosos cisnes lo logran mucho antes, casi siempre. Y necesitan más tiempo, ¿cuál es el problema? No les obligues a ser perfectos, porque eso angustia a todos, en especial a quienes son conscientes de todo lo que no sabeno logran. Y los superdotados suelen conocer lo que no logran comprender o lo que no saben a edades muy, muy tempranas. Pueden los críticos durísimos con ellos mismos.

Por último, esta entrada ha sido redactara del tirón, sin esforzarme en disimular que posee un léxico aceptable. ¿Por qué? Porque eso es algo que estimulo mi abuela, con esa anécdota del diccionario y, desde que comencé a leer, regalándome libros muy adelantados para mi edad.

Transmitió su amor por la lectura y por conocer sl significado preciso de las palabras, sin ser maestra no pedagoga. Es un ejemplo de lo mucho que nos podéis aportar, cada uno en su estilo y solo si se os apetece.

Cuando una sociedad ignora las mentes que piensan fuera de los patrones establecidos, no solo pierde individuos brillantes: pierde la posibilidad de avanzar en conjunto.

Las historias que he compartido aquí son ejemplos de un problema sistémico. ¿Cómo evitar que los niños superdotados desarrollen problemas mentales causados por la incomprensión social y el estigma indirecto?

Linda Kreger Silverman, referente mundial en superdotación, lo explica con claridad en una conferencia que es joya divulgativa, sin tecnicismos. Porque la incomprensión hacia las altas capacidades no es un drama individual, sino un fracaso colectivo:


Linda Kreger Silverman: ¿Por qué debemos preocuparnos por los superdotados? – YouTube

Summary
Article Name
Superdotados: los neurodivergentes olvidados
Description
Un 2 ¿Cómo es un niño superdotado y cómo puedes ayudarle? Mensaje para las cebras.
Author
Mapachito
Publisher
Potiholic blod de salud
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Categories: Salud
Inma Mapachito: Blogger de la vieja escuela, con numerosos intereses. Amante de Pinterest y con un gran interés en la cultura china. Creadora de contenido con diversos fines: divulgación, entretenimiento, intercambio cultural...
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